El vals de la tristeza

A tí, Maruquita...


Hoy me desperté con lágrimas en los ojos, sin querer levantarme de esta tristeza; no se aún que contestarle al corazón cuando pregunta por ti, después de tantos años no he encontrado las respuestas que puedan a mi corazón recordar el latir que tú un día le enseñaste, esa melodía cargada de felicidad en sus notas…

Hoy no he querido abrir los ojos, porque solo pensar me hace recordar que tú no los has abierto desde hace tantos años, y la herida vuelve a llorar; ese recuerdo infantil se hace tan vívido y el dolor vuelve a despertar el recuerdo de la caricia de tu mano sobre mi cabello…

Y es cierto, no puedo mentirte: que he crecido, es cierto; que he olvidado tantos momentos juntas, también es cierto, pero bien sabes que no se le puede exigir tanto a una memoria que se está estrenando; porque tu abandono fue la primera mancha en esta sonrisa pura, que no sabía aún de tristezas, y aún así, te recuerdo como lo más dulce que mi niñez probó, no entendía porque te ibas y hoy sigo preguntándolo, y cada noche, cuando mis ojos están a punto de dormir y puedo liberarme de todas las preocupaciones que tengo al fingir ser adulta, puedo alejar a la conciencia y volver a rogar al cielo que me preste un segundo más al ángel que cuida de mi, que me permita estar un segundo más junto a ti, para peinar tu blanquecino cabello y poder volver a contar tus arrugas llenas de bondad…

Vuelvo a implorar, con los ojos cansados de llorar, que me preste un instante más dentro de esta fría eternidad, para que tus pasos muestren a los míos como bailar…

Y aquí me encuentro, buscando la pista donde he de bailar con esta muerte ladina, este maldito vals de la tristeza que hoy me retorna a mis seis años, cuando empecé a descubrir la crueldad que la vida maquilla en la belleza de sus atardeceres, en la melodía del río que llenaba mi inocencia de sueños e ilusiones…

Y aquí estoy, temblando por un recuerdo, con el corazón acelerado porque te busca, porque lleva quince años buscándote y no te ha logrado hallar; porque he visto las fotos y he querido volverlas a hacer realidad, cuando mi beso le devolvía un poco de la ilusión que habías olvidado en tu caminar por esta dura vida…

Y aquí me mantengo, con esta lágrima recorriendo mi mejilla, y esta tristeza a flor de piel; y mientras, sigo intentando bailar este tonto vals, sigo declamando súplicas que me puedan llevar hasta donde tú estás…

Quisiera, aunque sea en sueños, volver a la seguridad que tu abrazo me brindaba, volver a inventar la vida para intentar retenerte más tiempo junto a mí…

Porque no me diste la oportunidad de abrazarte un último momento, y en el adiós, poderte decir lo mucho que te quiero y la falta que me ibas a hacer en el transcurso de mi vida; tuviste prisa por apagar los latidos de tu corazón, sin importar que eran el compás que a mis pies gustaban bailar…

Y mientras voy escribiendo, siento como todo mi cuerpo se eriza, las manos se enfrían a pesar que el sol muestra su mejor sonrisa, y yo no se si estoy obligando a mi imaginación a pintarte junto a mi, o es que realmente has venido a leer el sentimiento que con letras intento describir…

Alzo la mirada para retener las lágrimas que no aguantan más, para tentar a la suerte y ver una estrella fugaz que me deje pedir el deseo que sigas junto a mi; aprieto fuerte las manos para no juzgar a esta vida que te arrebató de mi, a esta tierra que goza de tu presencia, mientras yo te sigo añorando…

Y maldigo al tiempo, porque las épocas de nuestras vidas fueron tan distantes que apenas pudimos rozar a conocernos; te escondiste de esta vida que tanto te necesitaba, escondiste tu risa de mi tristeza, y entonces ya no iluminas mi día como muchas veces lo hiciste…

Esta inocencia sigue preguntando por ti, porque mantiene viva la esperanza de que esta noche, en el filo entre dormir y despertar, pueda volver a ser esa niña que protegías y alimentabas con tu amor; sí, porque han pasado quince años y no he logrado secar estos ojos que desesperados buscan tu mirar…

Y podría seguir bailando este vals de la tristeza que me deje seguir tus pasos, podría seducir a esta muerte para que me cuente de ti, pero seguiría sin saber que contestar al corazón cuando pregunta por ti, continuaría en esta oscuridad a tientas, buscando de nuevo tu abrazo, escribiendo un sentimiento que no puedo ni describir, porque te sigo extrañando y así seguirá hasta que mi cuerpo encuentre tus brazos y mi cabello tu caricia…

Chantal

viernes, 13 de noviembre de 2009

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